lunes, 9 de junio de 2008

Blanco

Con un vestido blanco apareció entre la multitud. Su blanca tez brillaba dejando un haz blanco por allá donde pasaba. Blanco. En blanco quedó su mente cuando ella se acercó. Solo podía oler la suave y blanca fragancia que ella desprendía. Arrimándose a su oído, y con blancas palabras ella susurró: "tu blanca mirada dio en el blanco de mi corazón". Sin pensar él dio media vuelta y por una blanca senda se alejó. Ella lloró lágrimas blancas de tristeza, y su blanca esperanza empezaba a pintarse de un oscuro color. ¿Por qué te fuiste de mi blanca vida? ¿Por qué me dejaste en esta blanca soledad? Sin respuestas esperaba a que llegara alguna blanca casualidad.
Se había quedado sentada con su blanca mirada perdida, cuando una rosa blanca en sus manos blancas cayó. Entonces levantó la cabeza y una blanca alegría la hinundó al ver allí de pie al que quería que fuese su blanco amor. "Bésame, ángel blanco", dijo con su blanca voz. "Dichoso el blanco de mi vida, dichoso el día en que tu mirada me encontró. Blanca la suerte que he tenido. Blanca la magia entre tu y yo".

Miedo

Miedo. Tengo miedo. Miedo a vivir intensamente, miedo a no vivir. Tengo miedo a soñar, miedo a no tener sueños. Tengo miedo a amar, miedo a no querer. Pero el más profundo de mis miedos es el miedo a no sentir. No sentir que vivo, no sentir que sueño, no sentirme amada… no sentir nada. Pero siento el miedo, entonces… siento, y sueño, y amo, y vivo.
Ya no tengo miedo.

domingo, 1 de junio de 2008

El mar

Cansada, agotada después de recorrer un largo trayecto pedaleando en su vieja bicicleta, se para, respira hondo y desvía la mirada hacia su derecha. Lo añoraba, hace mucho tiempo que no pasaba por allí, su lugar preferido, el mar.
Deja su bicicleta suavemente en el suelo, y decide andar y sentir. Cierra los ojos y anda. Conoce el lugar, no se puede equivocar. Siente la brisa rozar su piel, puede escuchar las olas al romper. Sigue andando, sus pies se hunden en la suave arena de aquella playa que echaba tanto de menos. Sabe que dará dos pasos y se encontrará con él. Con el primer paso, su respiración amaina. Con el segundo… siente el mar bañar sus pies. Sonríe. Entonces es cuando abre los ojos y mira. Ve paz, tranquilidad. Olvida. Parece que la brisa la acaricia, empezando por las manos, subiendo por los brazos, hasta llegar al cuello donde se hunde en un profundo beso. Vuelve su mirada atrás, y allí está él mirándola fijamente, sintiendo su piel. Ella, sonríe. Él, la besa.